11 de diciembre de 2012

De tin marin de do pingue

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- Ale: Lo que no entiendo es por qué no subió.

- Yo: Yo tampoco. Pero  en ese momento me pareció que tenía que dejarlo así. ¿No es que si dormis en la primera salida no te llaman más?

- Ale: A los veinte, Minita. A los casitreinta se supone que uno ya esta más grande y hace lo que quiere, sin tantas vueltas. Pero bueno… allá vos… te perdiste dormir con el francesito caño.

- Yo: Es que tengo esa fantasía de que después no te llaman más…

- Ale: ¿Y si igualmente no te llama más? Digo, ahora… después de la salida del otro día, sino te llama más, vos te perdiste hacer algo que te morías de ganas de hacer… ¿o no? ¿Eso no cuenta?

Salvo por Pedro y algún que otro ejemplar masculino con el que me he cruzado, siempre tuve la sensación de haber hecho, con los tipos, las cosas mal desde un principio. En algún momento de la salida o en la forma de conquista algo se arruinaba.  A veces se lo atribuía a algún  mensaje de texto de más, otras un comentario poco feliz; a veces creía que era por acostarme con ellos muy pronto y otras veces, muy tarde. La cuestión es que nunca supe qué estrategia tenía que seguir o cuales eran mis puntos fuertes a desarrollar para tener éxito con el sexo opuesto. (Y es que tampoco tuve dos experiencias iguales como para determinar patrón de conducta, debo confesar).


 Lo único que puedo asegurar, en esta nueva etapa de citas es que, diez días y diez silencios más tarde, el francesito caño tampoco fue la excepción.

4 de diciembre de 2012

Avenida Champs Élysées entre Congreso y Quesada

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No tenía idea qué me iba a poner. Ripón, mi psicólogo, me dijo que si el tipo me había invitado conociéndome como me conoció, que no hiciera un esfuerzo exagerado. Que uno no sabe de qué se enamora. Eso me dijo.

- Yo: ¿Y Uno no sabe de qué se desenamora Digo, ¿uno no sabe de qué se desenamora, tampoco? Eso siniestro.
- Ripón: Lo que digo es que vos no hiciste nada para que al tipo se le ocurriera invitarte a salir,  y te invitó. Hay cosas que simplemente suceden. Y están fuera de tu alcance.
- Yo: Entonces, siguiendo la teoría, Pedro me hubiera dejado de querer igual….
- Ripón: ¿Vos crees que la separación fue culpa tuya?
- Yo: Yo creo que podría haberla evitado cambiando ciertas cosas que lo enojaban mucho…
- Ripón: Si las hubieras cambiado, como él te pidió, podrían haber tenido una mejor convivencia… pero eso no evita el desenamoramiento.
- Yo: O sea que no importa qué me voy a poner para la cita y tampoco importa si modifico o no mis actitudes. Ok… lo odio.
- Ripón: ¿A quién?
- Yo: Es lo mismo. A la raza. Vos tampoco zafás.

Volví del psicólogo llorando,  me cambié llorando, me pinte llorando (y eso sí que es un desafío del que debería sentirme orgullosa) y esperé, vestida con lo primero que encontré, al francesito caño que llegó tan puntual como esperaba.
Apenas atendí el portero su - Hola Minita? Tse moi!, Me hizo acordar a la erre de Cortázar y mi estómago se estrujó. El que estaba abajo era el francesito caño y venía por mí.

A los diez minutos estaba sonriente caminando por Cabildo con ese hombre canchero de sonrisa Kolinos que lo abarcaba todo: me sentía en puntas de pié resbalando por una desconocida luna parisina. Flotaba a un metro del piso. Él se reía, siempre se reía y me hablaba de la ONU (no trabaja para Unicef, trabaja para la ONU) y de sus investigaciones sobre los pobres de acá abajo. Y hablamos de Sarkozy y dijo cosas interesantes sobre el socialismo francés y yo le dije que me encantaba la canción de Carla Bruni  C'est quelqun qui madti y él me corrigió - C'est quelqu'un qui m'a dit- y después sonrió y me dijo que tenía buena pronunciación. Y cantó el estribillo en un susurro casi inaudible. Yo lo miraba cantar y tropezaba cada tanto.

Caminamos mucho, comimos poco y volvimos a caminar otro tanto. Llegamos a mi casa a eso de las 4 de la mañana. Cuando yo estaba barajando la posibilidad de que este muchacho en realidad fuese gay y que lo único que quería era apoyar a una nueva amiga por compasión, me dio un beso. Un beso en pleno barrio de Nuñez con algunos bocinazos y una luna que no se dejaba ver. Un beso largo en la escalerita de mi edificio nuevo. Un beso que duró una hora y pico.

Yo a esa altura no tenía mariposas en el estómago; tenía a todo Temaikén.

2 de diciembre de 2012

Éstas son amigas

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- Lau: Ay, Minita! Como te envidio… Yo quisiera ser soltera un fin de semana largo. Después vuelvo, porque sin Javi me muero! Pero si pudiera pedir un deseo, pediría eso… un fin de semana de soltera y sin hijos pero sobretodo soltera… para que me pasen cosas como estas, ves? Que hija de puta! Mi vida por una noche con el francesito caño.

- Yo: Ay si! No lo puedo creer. Es como un premio y nada de premioconsuelo es como un premio en sí mismo…. Pero qué se yo! La cagada es que uno nunca sabe cómo terminan estas cosas. Los tipos están hechos unos boludos…

- Lau: No! los boludos son los porteños cancheritos esos que te gustan a vos, nena! Que tienen más conflictos que la Haya! Que te llaman, que no te llaman, que salen con 3, que te vuelven loca por fb y esas cosas y dsp ay! me asfixias, que siempre terminan con nososvossoyyo… En Francia la cosa es distinta. En Europa la cosa es distinta. Si les gustás, salís… así sin preámbulo. Y si les gustás mucho, salís mucho… el boludo es el porteño. Cruzás el segundo cordón del Conurbano y esas cosas no te pasan.

- Yo: No se, puede ser... pero a mí lo que te mata es la incertidumbre, ¿entendes? Yo necesito saber cuándo exactamente voy a conocer al hombre de mi vida. Fechas! Quiero fechas! Así en el medio, en el glorioso mientrastanto, apunto misiles, me tatúo un parche en el ojo y que pase el que sigue. Pero me mata esta sensación de que el mientrastanto pueda durar toda la vida… vos imaginame, boluda!? Sola yo con mis pensamientos de acá a la eternidad.

- Lau: Vos porque tenés  unos pensamientos de mierda. Hay gente que la lleva mejor. ¿Ya sabés que te vas a poner?

30 de noviembre de 2012

Oh la lá

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Hay un tipo de hombres a los que llamo: FUERA DE ORBITA.

Estos hombres tienen por denominador común estar fuera de mi alcance. No por baja estima o falsa modestia, sino porque, en serio, están fuera de mi alcance. Es como si yo necesitara comprarme un vestido para un casamiento y encarara para el local de Carolina Herrera en Galerías Pacífico o al de Armani en Unicenter. Simplemente, no. No se me ocurre, no me pertenecen, no entran en mi ángulo de visión. Bueno, estos hombres son así y yo, por eso, ni los miro.

El francesito caño está dentro de esta categoría, sin lugar a dudas. Y eso es lo maravilloso.
Al muchacho de origen fácilmente descifrable lo conocí hace cuatro o cinco años por un amigo en común. Nos cruzamos en varias reuniones y sin prestarle mucha atención (yo de novia soy como un caballito con esos posavasos de telas que le ponen a los costados) charlamos alguna que otra vez, pero no me acuerdo bien de qué. Lo que sí recuerdo es que era muy culto, que tenía algo que ver con Unicef y que entraba en esta categoría extra- galáctica.

El día que recibí su mail yo estaba en la oficina y cumplía un mes de separada. Recorriendo temas melancos en you tube, estaba haciendo el duelo de mi primer cumplemes de no cumplir más mes (soy una mujer limitada, lo sé). No me sorprendió ver su dirección de correo en mi bandeja de entrada porque en enero me había escrito pidiéndome un favor para el cobro de una beca, o algo así.
Lo abrí y, como era de esperarse en un hombre de esa categoría, su mail comenzaba muy educadamente con frases de disculpas y agradecimientos de antemano (su español era perfecto y su redacción impecable). Luego decía cosas como: contrato, permiso y carta de recomendación; o sea decía algo así: Lo que necesito es juntar cartas de recomendación firmadas por varias empresas (si necesitas que durante un mes entero la luna esté  en cuartomenguante también te lo tramito, cariño) para presentar en la Embajada y  recategorizar mi Ciudadanía (o algo así).

Hasta ahí de lo más común y natural: una cosa más para hacer en el trabajo. No me importaba y hasta me venía bien. Tener mucho laburo ayuda (tener cualquier cosa en qué ocuparse, ayuda). Pero el mail seguía y llegué a una sospechosa postada. ¿Postdata? - Pensé-Fruncí el seño y leí:
Me enteré  de lo suyo, Señorita. Una mujer con su sensibilidad no debe estar pasando un buen momento. Me encantaría poder serle útil, como lo fue Usted conmigo alguna vez. Puedo invitarla a cenar o prestarle mi oído. O las dos cosas al mismo tiempo.

Ok. Otra vez: Me encantaría poder serle útil, como lo fue Usted conmigo alguna vez. Puedo invitarla a cenar o prestarle mi oído. O las dos cosas al mismo tiempo.

No podía ser.
Me acuerdo que pensé cosas como: se confundió con la otra amiga de Fede. La rubia. Ahí sí, es más lógico, los tipos FUERA DE ORBITA están con rubias y más si son franceses.

Me paré. Me senté. Miré la compu. Volvi a leer el mail (Pero la rubia no se separó).
Me paré de nuevo. Fui a la cocina y puse la pava eléctrica (esa que no sirve para nada y que si la pones en temperatura de Mate te la saca asquerosamente tibia). Esperé que se prendiera la lucecita roja. Preparé el termo y volví a mi escritorio.

(A no ser que él creyera que la que le contaron que se separó era la otra amiga de Fede).

Me tomé un mate (helado, obvio) Me senté frente a la compu, asumí la recepción del mail y me puse a escribirle compulsivamente diferentes tipos de respuestas: Como una mártir dando pena; como una amiga agradecida; como femme fatal al asecho; como una superada sin hacer caso; como femme fatal  al asecho; como distraída haciendo chistes; como femme fatal  al asecho (siempre volvía a la femme fatal - mis colmillos siguen intactos- pensé-)

En un acto de lucidez borré todo lo anterior por miedo a que un traicionero Send me hundiera para siempre. Fuck! Fuck, fuck. Me habían cagado el día. Ese fucking franchute y su mail a destiempo  me habían cagado el día. Y yo era una bolsa de resortes: Arriba, abajo, cocina, baño, oficina.
Escritorio otra vez. Me tomé un mate (helado, again!) Respiré hondo y cerré la compu.
Todo lo que escriba ahora va a ser una cagada. Mejor contesto mañana.

(Bipède sacrément)

19 de noviembre de 2012

1Amb MLum fte. C/ Bcón.

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Nunca había vivido sola. Eso era lo único que me entusiasmaba de mi nuevo plan de vida. Por eso, dejé pasar el primer fin de semana de colapso y el lunes a primera hora estaba marcando en el diario lugarcitos para ir a ver. No tenía apuro pero dedicarme a algo más que ir a mi trabajo- llorar- intentar dormir- llorar- ir a mi trabajo, me entusiasmaba.
El gen de la intuición (que casi siempre se encuentra en modo off) me llevó a buscar algo de la Gral Paz para allá. Me acuerdo que marqué desde casas con 5 ambientes Muy Luminosas Belgrano de vías a Libertador (yo me merezco el mejor lugar del mundo!) hasta monoambientes contrafrente sin balcón, Mataderos (Sola no voy a poder, fue todo mi culpa, merezco lo que me pasa).
Pero, por suerte para mí, estrené búsqueda con un circulo marcado en un apropiado 2 amb/ Núñez.
Había quedado una cita a las 10 de mañana con el simpatiquísimo señor Héctor. Héctor era un hombre flaco de unos cuarenta y tantos que no usaba traje pero algo parecido… un saco con camisa y pantalón pinzado o algo así (de traje no estaba seguro pero sí muy formal). Cuando llegué me comentó que en ese edificio de la calle Arcos había varios departamentos en alquiler y que iríamos viendo uno por uno, si me parecía bien.
Dentro del ascensor y llegando al segundo piso, un ataque de ansiedad me tomó el cuerpo: ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué el martes pasado yo había renovado el pase por 6 meses de mi gimnasio a dos cuadras de mi ex casa y hoy estaba viendo dónde iba a aposentar mi trasero (que dicho sea de paso  a esta altura había desaparecido)?. Sentí que me ahogaba, necesitaba respirar. Las manos me transpiraban y tuve que sacarme la campera, el buzo y la bufanda sin poder esperar a bajar del ascensor. Si no fuera porque mis ojos estaban sobresaltados y mis dientes apretados en una mueca de muñeca asesina, yo creo que Héctor hubiera cantado Bingo! Y se hubiera sacado la ropa también él.
Controle el insipiente paro cardíaco y un poco aturdida entré al primer departamento. Tres ambientes, enorme y a estrenar, mega balcón contrafrente, cocina incorporada, todo blanco y lo poco que había de madera, en caoba. Pisos de porcelanato y el baño con esas duchas anchas de muchos agujeritos.
-                 - Si, esta bueno… interesante. Es lindo, se ve el verde… pero 3 ambientes quizás es mucho… ¿cuánto está?
-                 -  3700 + 1000 de expensas. Pero mirá todo está nuevo, estas griferías ya no las encontrás más, eh? Moreno no las deja entrar, fue la última tanda que llegó de Italia. Y hoy en día los hacen de papel, acá tenés todo ladrillo hueco, eh? Y las expensas, son bajas te digo, porque hoy pones un portero y te sale una locura. Además este incluye laundry, SUM y un par de amenitties.
-                - Ok, veamos el otro.
Un monoambiente, ahora sí! – Veintitres metros cuadrados – declaró Hectitorrr - (23 metros cuadrados hijodeunagran esto es un espacio guardaautos no un departamento). Sin balcón, SIN PLACARD, la cocina integrada y el baño sin bañera.
-               -  Si, está  bueno… interesante. Es lindo, se ve el verde… pero 1 ambiente…  me parece muy chiquito. ¿Cuánto está?
-             -   2500 + expensas- sentenció- (ya tenía decidido no repetir el speech anterior)
-             -   Ok, veamos el otro.
Dos ambientes (aburridoooooo) treinta y pico de metros, con balcón, sin placard, sin bañera y cocina integrada (yo sólo pensaba que lo moderno de la cocina integrada sería igualmente proporcional a la cantidad de días que duraría al olor del bife en el ambiente).
-             -   Si, esta bueno… interesante. Es lindo, no se ve el verde… pero 2 ambientes… no es ni muy  muy, ni tan tan, no?  ¿Cuánto está?
-              -  Hagamos más fácil- me dijo Héctor con poca paciencia y aire de mozo de Palermo – Contáme qué tenías pensado…

Yo, que todavía miraba por la ventana sin signos vitales certeros, recibí la frase como una lanza a la que, atravesando mi estómago, se le olvidaba salir. ¿¡Qué tenía pensado!? ¿¡Qué tenía pensado!?... El conocido ataque se avecinó de nuevo. Tenía dos opciones, pensé, pero al ratito se me había olvidado cuál era la segunda asique dejé salir la única posible: Rompí en llanto desconsolado, tapándome la cara con la campera. Lloré paradita en ese departamento minimalista falso Bauhaus y no pude detenerme ni haciendo esfuerzos guturales.  Héctor se acercó desconcertado. Se paró al lado mío y por respeto a su persona balbuceé algunas frases sueltas:
-              - Yo no tenía pensado... No tenía pensado nada de esto... Por eso, Héctor, no sé, no se…
(Si un día viene Aladino y me ofrece cumplir un deseo, le voy a pedir que borre de la memoria de Héctor el instante en que, deshecha, decidí  lanzarme a sus brazos).
Trenzada en el cuello de un Héctor pálido impedido de emitir cualquier sonido permanecí los siguientes 5 o 6 eternos segundos.
No me acuerdo si en el ascensor de vuelta llegué a decir algo, de los nervios. Pero era probable. Lo que sí recuerdo es que pensé que cuando esta pata de elefante dejara de aplastarme el pecho;  yo de esto, me iba a reír mucho.

15 de noviembre de 2012

Me contó una amiga

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Que las mujeres somos jodidas entre nosotras no es un misterio. Que existe una competencia que subyace en cada uno de nuestros movimientos, tampoco. Pero que eso y la verdadera amistad no es una contradicción, si. Y merece un párrafo aparte.

(Párrafo aparte): Quiero decir, para nosotras convive en perfecta armonía la envidia verde de tener una amiga flaca y linda y el verdadero orgullo de tener una amiga flaca y linda. Es así de complejo… y sincero a la vez. Y dentro de este vínculo irracional existe una especie de cofradía, de hermandad femenina que tiene como lema inquebrantable, la siguiente premisa: Él tiene la culpa, después veremos de qué.

A lo largo de mi vida (ese tiempo que transcurrió entre mi papá y Pedro) fui observando la posición que tenemos las mujeres frente a las que sufre un mal de amores. No hace falta un desborde de inteligencia para  entender que hay una relación directa entre el dolor vívido de una y  la experiencia personal de las otras. Es decir, sin mediar razones, el corazón de las que reciben la historia se traslada a ese oscuro lugar que alguna vez habitó y rememora las experiencias al punto tal de volverlas presentes; y en ese momento, lo que está viviendo una lo estamos viviendo todas.

La semana pasada fui a comer a la casa de Fede mi mejor amigo (Yo tengo un mejor amigo no-gay). Él y Julieta, que conviven hace poco más de dos años, me prepararon una rica comida con la intención de mimarme y escuchar el cuento de la separación de mi propia boca.
Lejos de sentir envidia por la lindísima casa que están armando y la armonía de esa pareja entrañable, disfruté llegar a un lugar donde reinaba el amor. Fue como ver un gran colchón de plumas en la línea de llegada de una maratón por el Aconcagua.

(Bueno, retomo).
Sin mucho preámbulo (porque lo bueno que tienen los mejores amigos es que no disfrazan  una pre-charla con cuentos innecesarios)  los fui adentrando en el tema. Como ya lo había contado muchas veces, el monólogo salió limpio y ordenado con algunos comentarios al pie o exclamaciones a destiempo de los interlocutores y nada más.
En el momento final (el triste) donde siempre siento la necesidad de dar a conocer mi veredicto o el resumen sensato de esta serie de infortunios, la garganta se me hizo un nudo y tuve que callarme.
Tomé un poquito de agua y mirando al piso confesé: Ya sé que esto es lo mejor que nos podía pasar. Que no podíamos seguir así. Ya sé que es más sano para todos y que nosotros vamos a estar mucho mejor… Pero bueno, que se yo…. Yo lo extraño. Lo extraño mucho, chicos… extraño todo de él… y por momentos, les juro, se hace tan insoportable que siento, literalmente, que me voy a morir.
Hice otra pausa, otro poquito de agua y habiendo controlado las lágrimas levanté la mirada.
Julieta, que tenía a Fede tomado de la mano, lloraba con una soltura envidiable. Me dio mucha pena verla así y le pedí perdón por mi historia triste. Comimos el postre y al rato me fui.
En el remis de vuelta repasé la escena. Las mujeres somos increíbles, pensé. Somos una gran masa de energía que late al unísono sin importar la época o el rincón del mundo en el que nos encontremos. Porque en definitiva a todas nos mueve el mismo viento;  y todas las historias podrían ser una historia solamente.
Miré a través del espejo y descubrí al chofer bostezando impunemente, ajeno a mi pensamiento, a Julieta y a mí. En ese momento y sin tener que pasar por terapia descubrí la espantosa segunda verdad: Me encantaría haber nacido hombre.

En ese caso, mi noche hubiera sido muy distinta y la hubiera resuelto llegando a lo de mis amigos, contándoles lo que esa loca de mierda me dijo antes de irse, admitiendo que son todas iguales, sintiendo la palmada en la espalda del romántico del grupo y poniéndome a jugar a la Play.

 (Malditos bípedos).


14 de noviembre de 2012

Suéltame pasado

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No soy de esas adictas al psicólogo, pero casi. Hace dos años comencé terapia y lo hice a lo grande: con diván y todo, sometiéndome a la dura inquisición de una eminencia en psicoanálisis al que me tuve que amoldar para no propiciarle una piña entre medio de los ojos.
Recuerdo que durante las primeras tres sesiones le hice un repaso exhaustivo de lo los hechos más importantes de mi vida, y en la mitad de la cuarta descubrí algo asombroso: Mi visión cronológica del tiempo (el ejercicio de escucharse en voz alta es mágico y revelador, lo sé).  
O sea, pude entender cómo yo recordaba lo que recordaba en la línea imaginaria de mi existencia. Y le dije algo así:
-          Doctor!, se da cuenta??? Mi vida se fracciona en períodos de tiempo determinados por hombres. Cada vez que tengo que recordar algún momento preciso,  busco mentalmente  al hombre con el que estaba o del que me había enamorado y a partir de ahí organizo lo demás.
Me acuerdo que el doctor (bauticémoslo) Ripon quiso saber dónde estaba el problema en aquel enunciado.
Como no tuve una respuesta concreta balbuceé alguna que otra incoherencia y me fui más enojada de lo que había llegado.
Enojada con todo y por supuesto, conmigo: ¿Y mi vida!? ¿Y mis logros personales? ¿Y lo que soy? ¿Eso no determina ni el tiempo? No es acaso más importante referirme al  2005 como aquel año en el que me recibí y no en el que Agustín me cagó con Florencia?.¿Ni siquiera cuando pienso que la carrera me costó 5 años de insomnio y Agustín 2 o 3 meses de noches truncadas? Se ve que no.
Este tema se me volvió obsesión (como casi todo) y el hecho de haberlo dicho en voz alta produjo más consecuencias que encerradito en el sarcófago de la mente inexplorada a la que me estaba adentrando.
Así estrené terapia. Puntapié inicial y espantosa primera verdad descubierta: Mi existencia está atravesada por los hombres.
Ya me veo en Diciembre, en plena profecía Maya, explotando por los aires y pensando: “Mirá vos, el mundo se terminó unos meses después de haberme separarme de Pedro  que, si mal no recuerdo, fue el primero de junio de 2012.
(Maldita bípeda).

13 de noviembre de 2012

Mamá mi (ex) novio

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La una de la mañana no es horario conveniente para tomar decisiones. La nube negra del cansancio y el sueño transforman aquello que claramente tiene sentido en un montón de acciones torpes y descentradas que no sólo no coordinan entre si, sino que se tropiezan sin dejar dar pasos certeros.
Yo todo esto lo sé, y lo sabía mientras ponía en un bolso (que no coincidía el tamaño con las cosas que debían entrar en él) dos jeans, una remera blanca, un sweater que por cercano y conocido no dude en apilar y una crema para el cuerpo (no podría dar razones al respecto).
No lo saludé. No pude darme vuelta, al igual que en las novelas, para verle la cara desde la cama. Esa cara que tiene mucho de verdadera tristeza pero que en el fondo vislumbra un alivio; un gran alivio por permitir que descomprimamos esta relación que ya no iba.
Pedro y yo vivíamos desde hace 4 años en un departamento en Zona Norte que compró él con algunos ahorros, una herencia y 20 años de crédito. No es por fanfarronear pero éramos la pareja perfecta. Hoy lo seguimos siendo para los que todavía no se enteraron las buenasnuevas e incluso para los que las conocen y no terminan de aceptarla; como yo.
Perfecta sin forzar. Perfecta con ganas y con amor. Todo lo hacíamos pensando en el otro y en los dos. Nos amamos desde el primer día porque fluían las ganas, las cosas, el hacer, los lugares por conocer, la vida por compartir. No hubo especulaciones de llamados o tiempos o esperas propicias para las primeras citas.
Nos conocimos, acomodamos nuestras vidas y nos hundimos en el placer de la falsa certeza que enuncia estar juntos para siempre.

Pero como dice mi psicólogo, la eternidad tiene fecha de vencimiento. Y tanto le temés, que al fin sucede.
 

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