Recuerdo que durante las primeras tres sesiones le hice un
repaso exhaustivo de lo los hechos más importantes de mi vida, y en la mitad de
la cuarta descubrí algo asombroso: Mi visión cronológica del tiempo (el
ejercicio de escucharse en voz alta es mágico y revelador, lo sé).
O sea, pude entender cómo yo recordaba lo que recordaba en
la línea imaginaria de mi existencia. Y le dije algo así:
-
Doctor!,
se da cuenta??? Mi vida se fracciona en períodos de tiempo determinados por hombres.
Cada vez que tengo que recordar algún momento preciso, busco mentalmente al hombre con el que estaba o del que me
había enamorado y a partir de ahí organizo lo demás.
Me acuerdo que el doctor (bauticémoslo) Ripon quiso saber
dónde estaba el problema en aquel enunciado.
Como no tuve una respuesta concreta balbuceé alguna que otra
incoherencia y me fui más enojada de lo que había llegado.
Enojada con todo y por supuesto, conmigo: ¿Y mi vida!? ¿Y
mis logros personales? ¿Y lo que soy? ¿Eso no determina ni el tiempo? No es
acaso más importante referirme al 2005
como aquel año en el que me recibí y no en el que Agustín me cagó con Florencia?.¿Ni
siquiera cuando pienso que la carrera me costó 5 años de insomnio y Agustín 2 o
3 meses de noches truncadas? Se ve que no.
Este tema se me volvió obsesión (como casi todo) y el hecho
de haberlo dicho en voz alta produjo más consecuencias que encerradito en el
sarcófago de la mente inexplorada a la que me estaba adentrando.
Así estrené terapia. Puntapié inicial y espantosa primera
verdad descubierta: Mi existencia está atravesada por los hombres.
Ya me veo en Diciembre, en plena profecía Maya, explotando
por los aires y pensando: “Mirá vos, el mundo se terminó unos meses después de haberme
separarme de Pedro que, si mal no
recuerdo, fue el primero de junio de 2012.
(Maldita bípeda).
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