19 de noviembre de 2012

1Amb MLum fte. C/ Bcón.

Nunca había vivido sola. Eso era lo único que me entusiasmaba de mi nuevo plan de vida. Por eso, dejé pasar el primer fin de semana de colapso y el lunes a primera hora estaba marcando en el diario lugarcitos para ir a ver. No tenía apuro pero dedicarme a algo más que ir a mi trabajo- llorar- intentar dormir- llorar- ir a mi trabajo, me entusiasmaba.
El gen de la intuición (que casi siempre se encuentra en modo off) me llevó a buscar algo de la Gral Paz para allá. Me acuerdo que marqué desde casas con 5 ambientes Muy Luminosas Belgrano de vías a Libertador (yo me merezco el mejor lugar del mundo!) hasta monoambientes contrafrente sin balcón, Mataderos (Sola no voy a poder, fue todo mi culpa, merezco lo que me pasa).
Pero, por suerte para mí, estrené búsqueda con un circulo marcado en un apropiado 2 amb/ Núñez.
Había quedado una cita a las 10 de mañana con el simpatiquísimo señor Héctor. Héctor era un hombre flaco de unos cuarenta y tantos que no usaba traje pero algo parecido… un saco con camisa y pantalón pinzado o algo así (de traje no estaba seguro pero sí muy formal). Cuando llegué me comentó que en ese edificio de la calle Arcos había varios departamentos en alquiler y que iríamos viendo uno por uno, si me parecía bien.
Dentro del ascensor y llegando al segundo piso, un ataque de ansiedad me tomó el cuerpo: ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué el martes pasado yo había renovado el pase por 6 meses de mi gimnasio a dos cuadras de mi ex casa y hoy estaba viendo dónde iba a aposentar mi trasero (que dicho sea de paso  a esta altura había desaparecido)?. Sentí que me ahogaba, necesitaba respirar. Las manos me transpiraban y tuve que sacarme la campera, el buzo y la bufanda sin poder esperar a bajar del ascensor. Si no fuera porque mis ojos estaban sobresaltados y mis dientes apretados en una mueca de muñeca asesina, yo creo que Héctor hubiera cantado Bingo! Y se hubiera sacado la ropa también él.
Controle el insipiente paro cardíaco y un poco aturdida entré al primer departamento. Tres ambientes, enorme y a estrenar, mega balcón contrafrente, cocina incorporada, todo blanco y lo poco que había de madera, en caoba. Pisos de porcelanato y el baño con esas duchas anchas de muchos agujeritos.
-                 - Si, esta bueno… interesante. Es lindo, se ve el verde… pero 3 ambientes quizás es mucho… ¿cuánto está?
-                 -  3700 + 1000 de expensas. Pero mirá todo está nuevo, estas griferías ya no las encontrás más, eh? Moreno no las deja entrar, fue la última tanda que llegó de Italia. Y hoy en día los hacen de papel, acá tenés todo ladrillo hueco, eh? Y las expensas, son bajas te digo, porque hoy pones un portero y te sale una locura. Además este incluye laundry, SUM y un par de amenitties.
-                - Ok, veamos el otro.
Un monoambiente, ahora sí! – Veintitres metros cuadrados – declaró Hectitorrr - (23 metros cuadrados hijodeunagran esto es un espacio guardaautos no un departamento). Sin balcón, SIN PLACARD, la cocina integrada y el baño sin bañera.
-               -  Si, está  bueno… interesante. Es lindo, se ve el verde… pero 1 ambiente…  me parece muy chiquito. ¿Cuánto está?
-             -   2500 + expensas- sentenció- (ya tenía decidido no repetir el speech anterior)
-             -   Ok, veamos el otro.
Dos ambientes (aburridoooooo) treinta y pico de metros, con balcón, sin placard, sin bañera y cocina integrada (yo sólo pensaba que lo moderno de la cocina integrada sería igualmente proporcional a la cantidad de días que duraría al olor del bife en el ambiente).
-             -   Si, esta bueno… interesante. Es lindo, no se ve el verde… pero 2 ambientes… no es ni muy  muy, ni tan tan, no?  ¿Cuánto está?
-              -  Hagamos más fácil- me dijo Héctor con poca paciencia y aire de mozo de Palermo – Contáme qué tenías pensado…

Yo, que todavía miraba por la ventana sin signos vitales certeros, recibí la frase como una lanza a la que, atravesando mi estómago, se le olvidaba salir. ¿¡Qué tenía pensado!? ¿¡Qué tenía pensado!?... El conocido ataque se avecinó de nuevo. Tenía dos opciones, pensé, pero al ratito se me había olvidado cuál era la segunda asique dejé salir la única posible: Rompí en llanto desconsolado, tapándome la cara con la campera. Lloré paradita en ese departamento minimalista falso Bauhaus y no pude detenerme ni haciendo esfuerzos guturales.  Héctor se acercó desconcertado. Se paró al lado mío y por respeto a su persona balbuceé algunas frases sueltas:
-              - Yo no tenía pensado... No tenía pensado nada de esto... Por eso, Héctor, no sé, no se…
(Si un día viene Aladino y me ofrece cumplir un deseo, le voy a pedir que borre de la memoria de Héctor el instante en que, deshecha, decidí  lanzarme a sus brazos).
Trenzada en el cuello de un Héctor pálido impedido de emitir cualquier sonido permanecí los siguientes 5 o 6 eternos segundos.
No me acuerdo si en el ascensor de vuelta llegué a decir algo, de los nervios. Pero era probable. Lo que sí recuerdo es que pensé que cuando esta pata de elefante dejara de aplastarme el pecho;  yo de esto, me iba a reír mucho.

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