Nunca había vivido sola. Eso era lo único que me
entusiasmaba de mi nuevo plan de vida. Por eso, dejé pasar el primer fin de
semana de colapso y el lunes a primera hora estaba marcando en el diario
lugarcitos para ir a ver. No tenía apuro pero dedicarme a algo más que ir a mi
trabajo- llorar- intentar dormir- llorar- ir a mi trabajo, me entusiasmaba.
El gen de la intuición (que casi siempre se encuentra en modo off) me llevó a
buscar algo de la Gral Paz para allá. Me acuerdo que marqué desde casas con 5
ambientes Muy Luminosas Belgrano de vías a Libertador (yo me merezco el mejor
lugar del mundo!) hasta monoambientes contrafrente sin balcón, Mataderos (Sola
no voy a poder, fue todo mi culpa, merezco lo que me pasa).
Pero, por suerte para mí, estrené búsqueda con un circulo
marcado en un apropiado 2 amb/ Núñez.
Había quedado una cita a las 10 de mañana con el
simpatiquísimo señor Héctor. Héctor era un hombre flaco de unos cuarenta y
tantos que no usaba traje pero algo parecido… un saco con camisa y pantalón
pinzado o algo así (de traje no estaba seguro pero sí muy formal). Cuando
llegué me comentó que en ese edificio de la calle Arcos había varios
departamentos en alquiler y que iríamos viendo uno por uno, si me parecía bien.
Dentro del ascensor y llegando al segundo piso, un ataque de
ansiedad me tomó el cuerpo: ¿Qué estaba haciendo? ¿Por qué el martes pasado yo
había renovado el pase por 6 meses de mi gimnasio a dos cuadras de mi ex casa y
hoy estaba viendo dónde iba a aposentar mi trasero (que dicho sea de paso a esta altura había desaparecido)?. Sentí que
me ahogaba, necesitaba respirar. Las manos me transpiraban y tuve que sacarme
la campera, el buzo y la bufanda sin poder esperar a bajar del ascensor. Si no
fuera porque mis ojos estaban sobresaltados y mis dientes apretados en una
mueca de muñeca asesina, yo creo que Héctor hubiera cantado Bingo! Y se hubiera
sacado la ropa también él.
Controle el insipiente paro cardíaco y un poco aturdida
entré al primer departamento. Tres ambientes, enorme y a estrenar, mega balcón
contrafrente, cocina incorporada, todo blanco y lo poco que había de madera, en
caoba. Pisos de porcelanato y el baño con esas duchas anchas de muchos
agujeritos.
- - Si, esta bueno… interesante. Es lindo, se ve el
verde… pero 3 ambientes quizás es mucho… ¿cuánto está?
- - 3700 + 1000 de expensas. Pero mirá todo está
nuevo, estas griferías ya no las encontrás más, eh? Moreno no las deja entrar,
fue la última tanda que llegó de Italia. Y hoy en día los hacen de papel, acá
tenés todo ladrillo hueco, eh? Y las expensas, son bajas te digo, porque hoy
pones un portero y te sale una locura. Además este incluye laundry, SUM y un
par de amenitties.
- - Ok, veamos el otro.
Un monoambiente, ahora sí! – Veintitres metros cuadrados –
declaró Hectitorrr - (23 metros cuadrados hijodeunagran esto es un espacio
guardaautos no un departamento). Sin balcón, SIN PLACARD, la cocina integrada y
el baño sin bañera.
- - Si, está
bueno… interesante. Es lindo, se ve el verde… pero 1 ambiente… me parece muy chiquito. ¿Cuánto está?
- - 2500 + expensas- sentenció- (ya tenía decidido
no repetir el speech anterior)
- - Ok, veamos el otro.
Dos ambientes (aburridoooooo) treinta y pico de metros, con
balcón, sin placard, sin bañera y cocina integrada (yo sólo pensaba que lo
moderno de la cocina integrada sería igualmente proporcional a la cantidad de
días que duraría al olor del bife en el ambiente).
- - Si, esta bueno… interesante. Es lindo, no se ve
el verde… pero 2 ambientes… no es ni muy
muy, ni tan tan, no? ¿Cuánto
está?
- - Hagamos más fácil- me dijo Héctor con poca
paciencia y aire de mozo de Palermo – Contáme qué tenías pensado…
Yo, que todavía miraba por la ventana sin signos vitales
certeros, recibí la frase como una lanza a la que, atravesando mi estómago, se
le olvidaba salir. ¿¡Qué tenía pensado!? ¿¡Qué tenía pensado!?... El conocido
ataque se avecinó de nuevo. Tenía dos opciones, pensé, pero al ratito se me
había olvidado cuál era la segunda asique dejé salir la única posible: Rompí en
llanto desconsolado, tapándome la cara con la campera. Lloré paradita en ese
departamento minimalista falso Bauhaus y no pude detenerme ni haciendo
esfuerzos guturales. Héctor se acercó
desconcertado. Se paró al lado mío y por respeto a su persona balbuceé algunas
frases sueltas:
- - Yo no tenía pensado... No tenía pensado nada de
esto... Por eso, Héctor, no sé, no se…
(Si un día viene Aladino y me ofrece cumplir un deseo, le
voy a pedir que borre de la memoria de Héctor el instante en que, deshecha,
decidí lanzarme a sus brazos).
Trenzada en el cuello de un Héctor pálido impedido de emitir
cualquier sonido permanecí los siguientes 5 o 6 eternos segundos.
No me acuerdo si en el ascensor de vuelta llegué a decir
algo, de los nervios. Pero era probable. Lo que sí recuerdo es que pensé que cuando
esta pata de elefante dejara de aplastarme el pecho; yo de esto, me iba a reír mucho.