Todos tenemos una pena. Todos. Eso también lo descubrí a partir de que mi
triste historia de amor pasó a ser el único tema de conversación con mis amigas.
Yo creía que no había nada como mi sufrimiento. Que era único y, por la
intensidad con que se presentaba, también eterno. Pero cuando las buenas amigas
nos sentamos a hablar (a hablar en serio) de alguna forma mágica y reveladora,
sanamos; y empujamos ese horizonte oscuro unos metros más allá.
-Yo: Siento que me falta la mitad. No solo una parte: la
mitad. Como si me hubieran sacado todo el lado izquierdo, por ejemplo, y yo
tuviera que seguir viviendo igual. No se puede, es imposible. ¿Pero te queda otra? No. Entonces te
tenés que despertar igual con medio cuerpo y vivir. Y medio cuerpo implica
todo: medio pulmón, medio estómago, medio en serio.
- Camila: Te entiendo perfecto. ¿Te acordas ese año que me fui
a Italia? Bueno, fue a los dos o tres meses de cortar con Marcos. Mis viejos se
iban a ver a mis primas y como yo no salía de la cama se les ocurrió comprarme
de sorpresa el pasaje y no me quedó otra que ir con ellos. Minita… yo quería
que el avión se cayera. No es una forma de decir, eh?… yo estaba hundida en el
asiento y rogaba que algo lo hiciera estallar en mil pedazos. ¡No sé! que en
pleno vuelo se le rompiera una turbina o que chocara con otro de frente.
Cualquier cosa de esas que le pasan a los aviones. Yo sabía que esa sería la única forma de apagar
mi cabeza y dejar de sufrir.
- Yo: Si, te creo. Si me lo contabas en ese momento
hubiera pensado que exagerabas. O que eras una depresiva compleja. Pero hoy te
creo. Es imposible acomodarse a una situación como ésta, sin desear, más de una
vez, desconectarse de la Matrix.
- Camila: En esa época encontré una revista, también, creo que
era la Noticias o algo así, donde había salido una nota en tapa sobre el desamor
y el sufrimiento y las cuestiones
científicas que existían para explicar el mal de amores. ¿Y sabés que decía
algo así como lo que decís vos? Que el sufrimiento y la pena son el resultado
de los procesos de reacomodamiento que hace el cerebro a una nueva situación. Como
que la cabeza necesita tiempo para entender porqué dejaste de hacer lo que
hacías, de estar con quien estabas y de vivir como vivías.
- Yo: Claro… si, tiene lógica. ¿Y no decía cuánto tarda el
cerebro en entender todo?
- Camila: No, no decía. Pero vení, rápido, poné la mano acá. ¿Sentís
como patea?
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