¿Y tampoco podemos criticar hombres?
No es que quiera hacerlo puntualmente… ¿pero se acuerdan del
Francesito caño? (Comenté mientras seguíamos asandonos al sol).
Bueno, 20 días más tarde de aquel mail de defunción que le mandé… le escribí otro diciéndole que un
amigo mío iba a estrenar una obra de teatro de Jean Racine, que es un autor francés muy
conocido, que si le interesaba, lo invitaba.
Nunca había hecho una cosa así. Invitar a un pibe cuando
desaparece después de una salida y un mail… pero que se yo! Supongo que peor no
podía estar. Si no contestaba, mi estado de ánimo seguiría siendo el mismo y si
contestaba quizás hasta me sacaba una sonrisa y me obligaba a vestirme un poco.
Un par de días más tarde (tiene Blackberry o sea que el mail
le llega al instante, pero él te contesta un par de días más tarde) contestó diciendo
que le encantaba la idea. Que me pasaba a buscar y que iríamos a ver la obra.
(Corazón delator: me pasé la tarde cantando Días de enero de
Shakira).
Segunda cita: Tenía pensado no hacer ningún comentario sobre
su ausencia. Ya está, el pibe estaba ahí, era una segunda salida, lo que le
había pasado no importaba y eran todas especulaciones. Me tenía que concentrar en hacer las cosas bien y al mismo tiempo parecer tranquila.
Tocó el timbre y bajé (no puede ser más lindo). Fuimos al
teatro, charlamos, me la pasé a un metro del piso y la banda sonora de Amelie
que sonaba en mi cabeza completó la escena.
Me acompañó a casa y esta vez lo hice subir.
Exorcizada. Fin de la Era Pedro. Mi cuerpo perdió su
inmaculada propiedad. Di el paso: hombre nuevo, cuerpo nuevo. Y yo intacta.
Había vuelto a las pistas y me sentaba fantástico.
Aunque tuvo la galantería de hacer toda la pantomima para
dormir cucharita yo me negué cordialmente (ese ya es un paso más difícil de
exorcizar). Estaba orgullosa de mí, de haber dado tremendo salto al abismo sin
analizarlo y haber salido ilesa. Eso es terapia. ¡Qué bien que hago en ir a
terapia!
Además, y como plus, dormí como un bebé que duerme bien.
Muchas horas seguidas, en un sueño profundo libre de pesadillas y llantos.
Me levanté al mediodía y cual sit com principiante, el Francesito caño ya no estaba en mi cama. Repasé con la mirada mis 24m2 de monoambiente y no lo encontré. La puerta del baño abierta me confirmó que tampoco estaba ahí. Entonces, medio dormida todavía, me levanté y me fui a la cocina. Nada. Ni una taza que registrara su paso por ahí.
Cuando volví, noté que mi pequeño pizarrón de tiza tenía
escrita una frase con letra ajena:
CELA AUSI PASSERA
(Ojalá quiera decir: "Fui a
comprar facturas").
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